Entrevistar a alguien con quien mantienes lazos afectivos no es tarea fácil. El examen de conciencia te conduce a la primera contradicción: no eres periodista ni nada que se le parezca.
La segunda, es que estás ante un tipo con una rapidez mental al alcance de muy pocos.
Cuando preparas la escaleta de esta suerte de cuestionario, siempre tratas de cogerle las vueltas al entrevistado. Con Juanma, por muy pertrechado que vayas a la batalla, abrazas la derrota mucho antes de que se celebre la contienda.
Juan Manuel Sainz Peña es un autor local de largo recorrido, y esto último lo digo con el convencimiento pleno de que llegará lejos porque hay mimbres y carisma para ello.
Estamos ante alguien que atesora la cualidad, nada fácil por cierto, de hacerte estremecer con la narración de un pasaje luctuoso, y media página después, provocarte una carcajada.
A muchos les vendrá a la cabeza la imagen difusa del genio Eduardo Mendoza, pero estamos ante un autor jerezano al que merece la pena (y mucho) leer y descubrir.
Luis R. Guerrero
“Yo soy verdaderamente pesimista. Creo que lo que puede hacer cambiar las cosas en la fuerza de un pueblo unido”
- Bueno, antes que nada… Hablemos del tratamiento. Me consta que a usted no le gusta el tuteo en las entrevistas. Como autor de El criado de Velázquez, ¿prefiere que pasemos directamente al Vuestra Merced o Vuesa merced? (Risas)
No es que no me guste, es que es lo correcto. En un bar, si quieres, podemos darnos mordiscos en la oreja, pero mientras se esté en una estrevista, de usted. Además, uno ya va teniendo una edad. Ja, ja, ja, ja, ja.
- Entiendo que el proceso creativo de El criado de Velázquez no tuvo que ser tarea sencilla. Amén de los farragosos datos y acontecimientos históricos de la época, conocer la “orografía del terreno” es fundamental cuando hablamos de una obra de este calibre. ¿Se empapó usted de mucho Quevedo y Góngora, o venía con la lección aprendida de antes?
En realidad, casi nada. Ni Góngora ni Quevedo aparecen más que de pasada. La labor de documentación se centró mucho más en la comida de la época, en las costumbres, el la falta absoluta de higiene, en los lugares de Madrid donde se comentaban las cosas de la Corte, por ejemplo. También investigué mucho sobre el vestuario, los tocados, los bailes de la época. Eso sí fue más farragoso, como dice usted. Un coñazo necesario, vamos.
- Usted traza una curiosa analogía atemporal con sus personajes en la que se nos recuerda que la vida, muy a menudo, es un lugar inhóspito y cruel. A sus años, con su recorrido vital, ¿considera que estamos predestinados a sobrevivir en un mundo en el que impera la vileza y el egoísmo? Yo soy verdaderamente pesimista.
Creo que lo que puede hacer cambiar las cosas en la fuerza de un pueblo unido (lo hemos visto recientemente en Valencia), pero que la literatura tenga un compromiso social, es cierto y necesario. Otra cosa es que eso funcione como vehículo para crear compromisos y cambiar lo que no es bueno para la sociedad.
- En este sentido, ¿cree que la literatura adquiere un compromiso tácito en lo social de tender puentes donde impera la discordia, o usted es de los que trata de incomodar con sus letras?
Y vamos a peor, sin duda. La vileza y el egoísmo ni son nuevos ni van a irse. Lo que pasa es que si antes veíamos estas solo por en la televisión y ahora cualquier cosa nos cae por todas partes, imágenes violentas, manipulaciones de la información (que no deja de ser una vileza). Lo de estar predestinados a sobrevivir en un mundo en el que impera la vileza y el egoísmo es algo que va intrínseco en cada criatura que nace. Y eso, creo, afecta a ricos y pobre casi de igual manera. Vivimos en una sociedad en la que los mandan quieren adoctrinar a todos. No tenemos arreglo.
- Porque incomodar, obliga a la sociedad a hacerse preguntas. Eso es bueno, ¿no?
Creo que incomodar, incomoda a aquellos que ven que hay gente que sabe responder a las preguntas. Es decir, a quienes mandan no les gusta que la gente sepa las respuestas. El poder quiere lerdos, y cuanto más lerdos, mejor. Así pueden manejarlos a su antojo porque es un rebaño que no decide por sí mismo. Cada individuo entra en el redil que ellos quieren, que es la ignorancia. ¿Qué mejor forma de llevar por el camino que quieres que a un ciego que no tiene referencias para guiarse por sí mismo?
- Hablemos de la reciente edición del Gaditanoir. Cuéntenos cuáles han sido sus impresiones y qué puntos cree que hay que reforzar.
Mi primera impresión es que ha empezado con fuerza, y esto es muy importante porque es la primera edición y eso siempre es muy complicados. Pero el sitio, la Casa de Iberoamérica, es espectacular, ha habido grandes invitados, la gente ha respondido bastante bien para ser una primera edición. Es un recién nacido que da sus primeros pasos y hay que enseñarle a caminar y que las administraciones se involucren. Le hace falta un mayor impacto publicitario y mayor cobertura en prensa. Y que pasen los años. Por lo demás, creo y confío en que se convertirá en una muestra importante. Detrás hay un equipo que quiere hacer las cosas bien y tiene ilusión. Eso es fundamental.
- Vamos con uno de los clásicos de nuestro espacio… Díganos cuál es su outfit de escritor cuando se sienta frente al teclado. Y no me venga con que “unas calzas de paño y un jubón abotonado” que no me lo creo. (Risas)
Pues suelo escribir en modo indigencia extrema. Si es invierno mi pijama más viejo y la bata de guatiné que todos los principios de invierno estreno encontrando pañuelos resecos del resfriado del año pasado. En varano trabajo como bailaba La Chunga, descalzo; con un pantalón corto y una camiseta de alguna bebida (alcohólica, por supuesto). En cualquier caso, mi vestimenta está al borde del delito.
- A pesar de la amistad que nos une, no recuerdo en qué proyecto anda inmerso. Dispense esta afrenta y cuéntenos a todos que se cuece en el disco duro de su ordenador. Que se pueda saber, obvio.
Pues ando con una novela que tal vez vaya aproximadamente por el ecuador. Son unas 100 páginas actualmente, y según lo que estoy contando, quizá necesite otras 100. Lo esto pasando muy bien y creo que tiene de todo: humor, misterio y drama. Amor no, eso ya que lo escriba otro que sepa. Aunque, en realidad, nada hay más cuentista ni novelesco que el amor.
- Usted es un autor que últimamente se prodiga en los certámenes o concursos literarios cosechando múltiples éxitos. Cuéntenos la verdad, Alberto Puyana y usted están a porfía a ver quién da más.
Alberto Puyana y yo en realidad solo porfiaríamos por ver quién se come la última croqueta de jamón. Y ya en serio, nunca hemos tenido rivalidad ni la vamos a tener. Alberto es como un hermano, y alguien además con quien es complicado discutir. Y en cuanto a los concursos, él encontró su camino con las novelas y las participaciones las tiene en un segundo plano, lo cual no deja de ser un ejercicio mental de lo más sano.
- Y para finalizar, me consta que es una persona muy leída. Por tanto, díganos que tres títulos no pueden faltar en su estantería.
Cualquiera de Delibes, pero me quedo con El Hereje, El Camino y Los Santos Inocentes, pero da igual, si es que leerle es una continua lección de aprendizaje y de la vida.
- Bueno Juan Manuel, toca despedida y cierre. Muchas gracias por su amabilidad y un fuerte abrazo. Tenemos una quedada pendiente, no me olvido.
Vale, pero Puyana que no venga, que se lo bebe todo.