Nuestra sala se purga de aire fresco. Abrimos las ventanas para ventilar el ambiente viciado de unas paredes sucias y grises que exudan la atmósfera cargada y densa que confieren multitud de jornadas de interrogatorio. Recibir a nuestro siguiente invitado me somete a una decisión que para nada estaba preparada: abrir las compuertas de mi yo más íntimo. El objetivo es claro a la par que apetecible: desterrar el ahora para embarcarnos en un viaje hacia aquel lugar donde todos, o casi todos, fuimos felices. Ese lugar no es otro que la infancia.
Tras un olfateo rápido, la magia de los sentidos me conduce a un aula repleta de colores primarios en la que impera el verde manzana y el material escolar desparramado por pupitres.
Jesús Relinque es amigo y compañero de la infancia. Distinguido y encarnado líder de aquellos Pringaos que protagonizan las aventuras de un grupo de chavales que dan nombre a la que es, sin duda alguna, su ópera prima: “La llave de los misterios”.
Tripulante de la nave del misterio, programador informático y arqueólogo del videojuego… Un tío para comérselo, vaya.
“Me encanta hacer metaliteratura y el rol de escritor te ofrece infinitas posibilidades para ello”.
- A diferencia de la novela negra, donde se profundiza más en el tejido interior de los personajes y aquello que les lleva a actuar de determinada manera, el thriller basa su potencial en plantearnos la intriga a través de una acción constante que no deja respirar al lector. ¿Qué estrategias persigues para alcanzar estos objetivos?
Dentro del amplísimo espectro que recorre la denominación novela negra, yo soy, sin duda, de thriller. A medida que he ido escribiendo relatos y novelas, poco a poco he ido tratando de refinar un estilo, una marca personal, algo que le sirva a todo aquel que me lea para identificarme, sea el texto que sea, sea el género que sea. Es una pequeña obsesión que me recorre desde hace tiempo. Y dentro de ese estilo, el thriller está muy presente; los rudimentos del género, como bien dices, la intriga a través de la acción constante, el ritmo a través del que los acontecimientos se suceden, el contar cosas siempre con un cometido, no por el mero adorno, sino con la clara intención de utilizarlo -ahí abrazo con fuerza la siempre útil pistola de Chéjov-, todo eso trato de impregnarlo en la novela, y da igual que esté contando una trama juvenil de aventuras, una historia con trazos de terror psicológico o una invasión zombi atestada de humor negro. Ese es el pincel que uso para las obras, más allá del género.
- En la diversidad de tus publicaciones hay que hacer mención honorífica a, Los pringaos. ¿Quién le debe más a quién?, ¿Jesús a los pringaos, o viceversa?
Los pringaos me lo dieron todo, por supuesto. Y la realidad, el recuerdo, la nostalgia, la experiencia en sí misma es lo que dio origen a los pringaos. Siempre suelto la misma frase: si tú estás decidido a embarcarte en este maldito universo de contar historias, la primera que cuentes tiene que tener algo tuyo, algo que hayas mamado, y cuanto más, mejor. Nunca entendí a aquellos autores que decidieron irse a, yo que sé, Chicago -no confundir con Simago- para ambientar su primera novela. No te vayas a Chicago, por favor, que hasta allí no llega el 7, que se queda en la plaza del Hotel Playa. Eso es lo que hice yo: coger el 7. Quedarme en mi tierra, en mi barrio, en mis amigos, en el folklore de Cádiz, en lo que tenía a mano, en lo que dominaba. Y, bueno, La llave de los misterios, esa primera novela, no salió del todo mal.
- Sostiene Patricia Hihgsmith que el espíritu del juego es necesario al idear una novela de suspense. En tu obra, estableces vasos comunicantes – y constantes – con el lector. Para que una historia sea redonda, el lector tiene que ser partícipe. ¿No es así?
Sí, por supuesto. Y qué difícil es conseguir eso con el lector, ¿verdad? Aquí no solo entra en juego el enigma en sí, sino innumerables factores: la forma de contar las cosas, los personajes, su personalidad, la estructura en capítulos y escenas, su extensión, la atmósfera, la persona escogida para el narrador. No se puede apostar todo a la carta del misterio, porque si la pierdes, luego no te queda nada. He leído novelas cuya idea principal era bastante simple pero que resultan inolvidables gracias a todo lo demás. Insisto: no es sencillo. Hay que ser consciente de ello. Trabajarlo una y mil veces, leer, aprender de los mejores, de los referentes.
Y tener una pizca de suerte para que el lector ponga también de su parte y acepte el reto.
- Dentro de ese juego, una parte muy importante y delicada consiste en mantener el equilibrio a la hora de resolver el desenlace final. Sacar demasiados conejos de la chistera puede desencadenar en el error fatal de ser tramposos. Un lector traicionado es una lector que jamás vuelve…
Al igual que comentaba antes, también he leído novelas en las que se cuidaban numerosos aspectos y al llegar al final se producía el famoso efecto de “lo hizo un mago” o deus ex machina. A veces queremos rizar tanto el rizo que podemos pecar por exceso. Un pecado que, como todos, se cura practicando.
- Como es tan recurrente confundir la novela negra con el thriller no he podido resistir la tentación de preguntarte sobre algo… ¿Qué te seduce más, la novela negra clásica donde, de base, existe un policía o inspector que se hace cargo del caso, o prefieres el “Domestic noir” donde una personaje normal y corriente asume la investigación?
Me horroriza el término domestic noir pero, más allá de etiquetas, sin duda me seduce mucho más ese enfoque más mundano. Nunca he sido tan purista como para verme encarnado con sombrero, gabardina, botella de whisky y paquete de cigarrillos en el bolsillo. Creo que ofrece muchísimas más posibilidades el otorgarle la vitola de investigador a un informático, a una profesora de matemáticas, a una A.T.S. o a un escritor. Sobre todo, este último. Me encanta hacer metaliteratura y el rol de escritor te ofrece infinitas posibilidades para ello.
- Decía el malogrado Ruiz Zafón que su Barcelona era una creación literaria. Si lo llevamos al Cádiz que describes en tus obras, con sus trazas, luces y sombras, también tiene mucho de creación literaria, ¿no?
Tenía razón el maestro. Y se aplica a cualquier novela. Más allá de que yo haya pasado por el tamiz de los misterios al Cádiz que hoy conocemos, lo que subyace de todo eso es que las ciudades literarias no existen. Son producto de la imaginación del autor. Son, a la postre, mentiras, cuentos, porque eso es lo que somos: cuentistas que tratamos de engañar al lector, y tómese la acepción positiva del verbo engañar aquí, de engatusarlo, de que su mente dibuje una ciudad alternativa a la que ronda en este plano de la realidad. Y eso, en mi opinión, es algo precioso, algo que convierte en único a cada libro y que reviste de una pátina maravillosa y extraordinaria a la narración literaria.
- Eres uno de los autores participantes en la primera edición del Gaditanoir. Cuéntame qué supone para ti una oportunidad como esta.
La gente de Kaizen Editores se ha pegado un curro enorme para que en Cádiz disfrutemos de un festival literario en condiciones. Algo por lo que hemos suspirado durante mucho tiempo. Que los organizadores hayan querido contar conmigo es, desde luego, una auténtica suerte para mí. Hay que tener en cuenta que será la primera edición, y como todas esas primeras veces en la vida estará cuajada de ilusión, ganas de hacerlo bien y, claro está, errores; solo deseo que esos errores sirvan para aprender, porque será señal de que este evento se repetirá de forma periódica y que Gaditanoir y Cádiz sean potentes faros para la literatura negra en nuestro país.
- Vamos ahora a uno de los clásicos de este espacio: dinos que manías o ritos confesables tiene Jesús Relinque a la hora de sentarse frente al teclado, ¿cómo afrontas la página en blanco?
Aquí siempre suelo apelar al famoso outfit del escritor. Piensa en la camiseta más magreada, cuajada de sietes y manchas de café que poseas. Esa es la indumentaria adecuada. Más manías: necesito silencio, conjurar ese campo de fuerza llamado concentración y que nada ni nadie penetre en su interior. También busco una música adecuada para la escritura. Normalmente son bandas sonoras de películas -de suspense o terror en su mayoría- o grupos como Apoptose que componen piezas ambientales capaces de trasladarme a ese mundo que estoy inventando a través de las páginas.
- ¿Te ha decepcionado alguien en el mundo de la literatura? De un traspiés siempre se sale fortalecido… O eso dicen.
Sí, claro. El mundo de la literatura es el reflejo de cualquier otro, así que es de esperar que en su periplo te encuentres gente maravillosa y dispuesta a ayudarte, y gente con la que preferirías no haberte cruzado.
- Y para finalizar, dinos tres títulos imprescindibles que no pueden faltar en tu estantería.
El juego del ángel de Carlos Ruiz Zafón, seguramente su historia más negra de la tetralogía del Cementerio de los libros olvidados; Las mil noches de Hortensia Romero de Fernando Quiñones, una sátira descarnada de la sociedad contada con el arte gaditano más acerado; ¿Quién mató a H. Thrombey? de Edwar Packard, la primera novela negra que leí con unos nueve años, perteneciente a la colección interactiva de Elige tu Propia Aventura, que tanto nos marcó, a ti y a mí y a muchas personas más.
Bueno, querido amigo, toca despedirse. Ha sido un verdadero placer mantener este encuentro digital contigo. Nos vemos pronto.
Muchas gracias por darme voz y nos vemos pronto en Gaditanoir. Y que así sea por muchos años.